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lunes, 5 de enero de 2015

Me llamo Melchor, mi hermano Gaspar y mi padre Baltasar

Es la herencia que le deja Baltasar Mosquera a sus hijos, Melchor y Gaspar. Les puso ese nombre porque le hacía... ilusión.
Sandra Faginas / La Voz 05 de enero de 2015
Foto: Marcos Míguez
Miren qué regalo de Reyes nos ha tocado en el YES. Una historia épica, de las que hacen leyenda. Nos la habíamos pedido, nos la habíamos imaginado, la buscábamos (¿habrá una familia «real» real, que tenga a Melchor, a Gaspar y a Baltasar?)... Nos pusimos a ello con ánimo, con voluntad, con deseo y ¡la encontramos! Viven en A Coruña y bromean con que el alcalde debería asegurarles todos los años un espacio fijo en la cabalgata. Que ellos sí tienen autoridad nominativa. Imagínense cuánta. Cuando les cuelgo el teléfono para concretar nuestra reunión, mis hijos tiemblan: «Entonces ya quedamos así, Gaspar». «De acuerdo, Baltasar», «¿Dónde nos vemos, Melchor?». Eso es tener poder real y no el de Felipe VI. Cualquiera no se corona teniendo una historia así. Todo empezó cuando Baltasar Mosquera, que ahora tiene 71 años, tuvo la genial idea de armar un belén familiar.
Que él sepa su nombre no tiene tradición más allá del suyo, así que quiso instaurarla en su casa cuando nació su segundo hijo. Porque al primero le pusieron Carlos, sin más gracia. Con el segundo ya se la jugaron un poco más. «Estábamos emigrados en Francia, y unos amigos insistieron: ‘ponle Gaspar’, allí en realidad no tiene tanta miga el nombre, por eso no pensamos en aquel entonces en la broma de un padre Baltasar y un hijo Gaspar». Cuesta creerlo. «¡Venga, Baltasar! ¡Qué luego le pusiste al otro Melchor!», le insisto, «¡no engañes a los lectores del YES!». Y se ríe como si no fuera con él la historia. «Fue así, de verdad; Gaspar nos pareció un nombre bonito sin más. Luego ya con Melchor, bueno, hacía ilusión. 
Ya que eran todos chicos, pues era curioso tener un Melchor, un Gaspar y un Baltasar en casa». Ninguno nació el 6 de enero ni hacen una celebración especial en esta fecha. «Nosotros lo vivimos como algo normal —le pone el tono serio Gaspar—, yo ya estoy acostumbrado y la verdad no voy contando por ahí cómo se llaman en mi familia. Al contrario, soy muy tímido». En cambio a Baltasar le hace mucha ilusión que ahora se los reconozca. «Para que me vean los nietos». Su mujer, dice, no se opuso a llamar a los hijos con ese nombre tan mágico (se ve de lejos que fue cosa de él).
«Te voy a hacer un TAC»
Melchor, que es el pequeño de la casa, abre el anecdotario. «Imagínate de niños, mi hermano y yo en el colegio, cuando pasaban lista era una coña, o cuando tocaba hacer la función de Navidad. Claro que yo ahora que soy profesor tengo hasta alumnos que me piden que haga milagros y los apruebe [se ríe]». Melchor durante un tiempo jugó al fútbol en el Imperátor y recuerda cómo tras un choque con otro jugador en Lugo sufrió una conmoción y lo llevaron al hospital. «Yo debía de tener veinte años, entonces el médico al hacerme el clásico reconocimiento por el golpe en la cabeza me preguntó: «¿Cómo te llamas?» Y yo: «Melchor». Y entonces el médico continuó: «¿Cómo se llama tu padre? Y yo: «Baltasar», «¿Y tu hermano?»: «Gaspar ». «Bien, Melchor —concluyó el doctor— voy a tener que hacerte un TAC».
Nos vamos los cuatro a rolos, a Baltasar le hincha el orgullo y es cuando aprovechamos para hacerles la foto e inmortalizar lo que ya no será una leyenda... urbana. Los reyes existen y son de Monte Alto. «Ese podía ser un titular» —indica Melchor— . Por aquí nos conocen mucho y si necesitas argumentos para sostener nuestra historia, te diré que vivimos al lado de la calle Oriente. «Venga ya, enseñadme los carnés de identidad que esto si no no se lo va a creer nadie —los azuzo— y ya os podéis ir preparando que seguro que os llama la mismísima Ana Rosa». Gaspar niega, cohibido, con la cabeza: «Quita, quita, yo solo salgo en el YES por hacerle un homenaje a mi padre, que está encantado con nuestra historia. Que por cierto da para más. Porque mi prima se llama Belén, mi tío es Jesús, y mi hermano Carlos le puso a su hijo Noel». Es demasiado bueno para ser real. ¿No les dije que era un regalo?
Su relato es único, pero Baltasar Barros, de 33 años y también de A Coruña, me sopla que los hermanos de su abuela eran también Melchor, Gaspar y Baltasar. Que cada uno repitió el nombre con sus respectivos primogénitos y que como Baltasar se murió sin hijos, su hermana, o sea, su abuela, se apropió del nombre y por eso su padre (y ahora él) se llaman Baltasar. Y orgullosísimos. «Porque evita motes y porque Baltasar tiene mucha personalidad». El que no repetiría ni de coña es Gaspar Broullón, que tiene 32 años y desde Santiago asegura que a él le ha bastado con llevar el nombre de su padre. «Nin de broma eu póñelle a un fillo Gaspar, nunca, xamais.». ¿Y nuestros Melchor y Gaspar Mosquera? ¿Se la jugarían a sus hijos como su padre a ellos? «No hay niños por el momento», dicen prudentes... Pero me da que no. Que ellos siguen otra estela. ¡Ah! ¡Se me olvidaba! Los tres se piden rey. Y tienen preferido: Gaspar, Gaspar; Melchor, Melchor; y Baltasar, Baltasar. Por su carácter, ya les digo, que encajan. Los tres tienen magia.

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