VdG 18 de abril de 2013
Hay un perro en Vigo que va sobre ruedas. Se llama Nerón y sufre una parálisis en sus patas traseras. Era un bulldog francés muy inquieto que siempre tiraba de sus dueños cuando la sacaban a pasear por la calle. Pero un día sufrió una hernia discal que le dañó la médula espinal. El pobre animal se quedó postrado y sin poder moverse porque perdió la sensibilidad en la parte trasera. El veterinario les dijo a los dueños que no había nada que hacer. Sacrificarlo era una opción, pero ellos, una familia que reside en el centro de Vigo, se resistía a acabar con su vida.
Le habían cogido tanto cariño después de tres años, que ya era uno más en casa. «Preferimos no sacrificarlo, es un ser vivo», comenta Guillermo Díaz del Río, su dueño.
Al principio lo sacaban a la calle con un arnés. Pero había que sujetarlo a pulso, lo que suponía un esfuerzo muy grande y apenas podía dar unos pasos.
La solución al problema de movilidad del perro les vino de un músico cubano que colabora con el refugio de animales de Cambados y que localizaron en la clínica veterinaria Peniche, de la calle López Mora. Kike Minaberriet es un saxofonista muy creativo y, como buen cubano, está acostumbrado a ingeniárselas con pocos medios para salir adelante. Así fue como valiéndose de un cubo y de una tabla de cortar fabricó un carrito con ruedas sobre el que Nerón recuesta sus piernas inmóviles y se desplaza sin problemas utilizando únicamente sus patas delanteras.
Kike midió las patas del perro y le fabricó una prótesis que se ajusta a la perfección gracias a unos enganches diseñados especialmente para el animal. No es la primera vez que crea un utensilio de este tipo, utilizando siempre materiales reciclados. Otros animales que fueron abandonados en el refugio después de sufrir accidentes, también recuperaron la movilidad gracias a su ingenio.
Nerón ya se ha hecho famoso en la zona de la calle Ecuador. Allá por donde pasa no deja indiferente a nadie. A cada paso que da su dueño, le paran para preguntarle por la historia de Nerón y el curioso artilugio que le permite desplazarse. El can pasea junto a su amo que lo lleva con la correa, o bien corretea el solo por el parque y juega con otros perros. Su autonomía es total. Eso sí, al llegar a casa le quitan el invento para que pueda descansar. Y hasta el día siguiente.
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