La Voz 30 de abril de 2013
Existía el consenso científico, pero faltaba la voluntad política. Esta última, aunque no unánime, llegó ayer con la prohibición por parte de la Unión Europea, después de varios intentos previos fallidos, de tres plaguicidas cuyo uso se ha demostrado científicamente que es perjudicial para las abejas, ya que daña su sistema nervioso y les provoca alteraciones neurológicas y fisiológicas hasta provocar incluso su muerte. La medida, sin embargo, es temporal, ya que que en principio solo tendrá una duración de dos años y no empezará a aplicarse hasta el 1 de diciembre para dar tiempo de adaptación a los productores y a los agricultores.
Los pesticidas, dos fabricados por Bayer (imidacloprid y clotianidina) y uno por Syngenta (tiametoxam), se aplican en la siembra de cultivos de maíz, colza, algodón y girasol. Los tres químicos ahora vetados son neonicotinoides, un tipo de insecticidas que recubren las semillas antes de la siembra y que pueden utilizarse directamente sobre el suelo o ser pulverizados sobre las plantas.
Fuerte división
La suspensión temporal de los plaguicidas, que podría convertirse en definitiva si una nueva evaluación así lo indica, generó una fuerte división entre los países comunitarios, que no consiguieron sacarla en la pasada reunión del 15 de marzo. Tampoco en esta ocasión se obtuvo una mayoría cualificada suficiente, lo que impide que la medida sea vinculante de forma automática, aunque sí fue amplia, ya que la propuesta fue respaldada por 15 países, entre ellos España y Alemania, y rechazada por ocho, como Italia, Reino Unido o Portugal, mientras que otros cuatro se abstuvieron. De esta forma, la decisión, adoptada por el Comité de Apelación, deberá ser ahora refrendada por la Comisión Europea.La adopción del acuerdo tampoco fue fácil por la fuerte presión ejercida por los grandes productores agrícolas y las multinacionales químicas y agroalimentarias, que intentaron bloquearlo. No en vano, los pesticidas prohibidos afectan a un tercio de las semillas preparadas en la Unión Europea, y España es uno de los principales productores. Para Greenpeace, sin embargo, la decisión adoptada ayer es una victoria. «Deja perfectamente claro que el apoyo científico, político y público a la prohibición es abrumador. Los países que se oponen a la prohibición han fracasado», subrayó Marco Contiero, director de Política Agrícola de la organización ecologista.
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