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domingo, 3 de octubre de 2010

Los objetos cotidianos indicarán de forma clara cuánto CO2 generan

La Unión Europa tendrá a finales de año una norma ISO que regulará la realización y las formas de las etiquetas
Sara Carreira / LA VOZ        2/10/2010
Recibe el nombre de etiqueta de la huella de carbono (en inglés carbon footprint), y dentro de poco tiempo llegará a las estanterías de los supermercados españoles. Se trata de un indicativo de cuánto CO2 se necesita para crear y transportar un producto determinado, y permitirá a los consumidores elegir la marca menos contaminante. El siguiente paso es la llamada huella ecológica (que ya ofrece, por ejemplo, el calzado Timberland) y consiste en dar información sobre el uso de las materias primas y energías reciclables o no. Y finalmente, se pretende que las futuras etiquetas tengan un índice de carbono según lo que contaminan.
Uno de los impulsores de este control de la contaminación es el psicólogo Daniel Goleman (autor de Inteligencia emocional) y lo que él denomina «inteligencia ecológica» (la capacidad de vivir tratando de dañar lo menos posible la naturaleza) convierte al ciudadano de a pie en el verdadero protagonista del cambio.
Pero eso será el futuro. El primer paso (la huella de carbono) es, dicen los expertos, el más complicado. La UE, según explica el Ministerio de Industria de España, ya tiene una norma ISO (la 14064) para medir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y se espera que a finales de este año esté lista la ISO 14067 sobre la huella de carbono de los productos.
En España, Industria quiere medir la huella de carbono en la Administración, y hay algunas iniciativas de forma experimental, como la de la Asociación de Empresas de Productos Ecológicos de Andalucía, cuyos socios se han comprometido a medir y reducir su impacto en GEI.
Además, hace quince días comenzó a funcionar en Valencia la Oficina Huella de Carbono de Itene (el Instituto Tecnológico del Embalaje, Transporte y Logística), la primera empresa que se dedica profesionalmente a medir el impacto en CO2 de compañías, administraciones o productos, y detectar los puntos más contaminantes de cada proceso.
Y es que casi todo genera CO2. Por cada kilómetro que recorre una tonelada de un producto son 0,002 kilogramos de CO2 si viaja en barco; 0,069 si va en tren; 0,11 en camión y hasta 2 kilogramos si el transporte es aéreo.

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