Fina Ulloa/VdG 3/9/2010
Nadie sabe el tiempo que permaneció en el agua, ni si la dejaron allí o fue vadeando la corriente desde algún otro lugar río arriba, pero ayer en el concello ourensano de Toén la opinión generalizada era que la burra rescatada del Miño estaba viva de milagro. Lo que es seguro es que esa no era la intención de sus dueños. El animal apareció con una piedra de aproximadamente quince kilos colgada al cuello y a cuatro metros aguas adentro del Miño.
«Parece velliña e dende logo está delgada e moi deteriorada, pero traballou moito», concluía ayer el alcalde, Amancio Cid, señalando las llagas en los cuartos traseros y delanteros por el roce del arnés durante años. El animal debe su rescate a un vecino que la descubrió en la tarde del miércoles y avisó a Protección Civil. Desde entonces está en un cobertizo de propiedad municipal porque, explica el alcalde, «antes de tomar unha decisión queríamos dar tempo ao dono por se a roubaran». La espera ha sido en vano y nadie ha reclamado al animal, pero ha servido para que encuentre algo de consuelo en un perro, también abandonado y que curiosamente fue hallado pocas horas antes en la misma zona. Uno de los vecinos de Toén que se han acercado a ver a la burra lo tenía claro: «Son do mesmo dono, e seguramente o can foi detrás dela ou saíu a buscala». La afinidad entre ambos es evidente. El perro, muy dócil, se niega a separarse de ella y cuando se intenta llevarlo en otro sentido, no quiere caminar, pero en cuanto la burra se pone en marcha, el can la sigue. El futuro de ambos es incierto. El alcalde pretende que alguna protectora se haga cargo de la burra pero al cánido, salvo que algún vecino quiera adoptarlo, le espera la perrera.
«Parece velliña e dende logo está delgada e moi deteriorada, pero traballou moito», concluía ayer el alcalde, Amancio Cid, señalando las llagas en los cuartos traseros y delanteros por el roce del arnés durante años. El animal debe su rescate a un vecino que la descubrió en la tarde del miércoles y avisó a Protección Civil. Desde entonces está en un cobertizo de propiedad municipal porque, explica el alcalde, «antes de tomar unha decisión queríamos dar tempo ao dono por se a roubaran». La espera ha sido en vano y nadie ha reclamado al animal, pero ha servido para que encuentre algo de consuelo en un perro, también abandonado y que curiosamente fue hallado pocas horas antes en la misma zona. Uno de los vecinos de Toén que se han acercado a ver a la burra lo tenía claro: «Son do mesmo dono, e seguramente o can foi detrás dela ou saíu a buscala». La afinidad entre ambos es evidente. El perro, muy dócil, se niega a separarse de ella y cuando se intenta llevarlo en otro sentido, no quiere caminar, pero en cuanto la burra se pone en marcha, el can la sigue. El futuro de ambos es incierto. El alcalde pretende que alguna protectora se haga cargo de la burra pero al cánido, salvo que algún vecino quiera adoptarlo, le espera la perrera.
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