C. Paradela / VdG 9/9/2010
El vino de consagrar de la misa del pasado domingo en la parroquia carballiñesa de Seoane se transformó en licor café. No fue, sin embargo, un milagro ni hubo ningún tipo de intercesión divina en el hecho, sino, al parecer, una simple confusión del sacristán. Al menos esta es la explicación facilitada por el párroco, Emilio Viéitez, que atiende varias parroquias de la zona -las de Piteira, Longoseiros y también la de Santa Uxía de Lobás- y que llegó a Seoane a las 10.45 horas, como todos los domingos. El sacerdote, que califica el suceso como «una pequeña anécdota», se percató de que no había vino para la celebración, por lo que pidió al sacristán, como él mismo reconoce, que trajese vino de su casa para poderlo consagrar con normalidad. Encargo que este cumplió con celeridad, aunque no como era de esperar.
Y es que al llegar el momento de la consagración, el párroco detectó por el olor que lo que contenía el cáliz era licor café y no el elixir de Baco. El buen olfato de Emilio Viéitez evitó entonces el ritual de la consagración y continuó con el desarrollo eucarístico habitual, bendiciendo solo el pan, sin advertir a los fieles del incidente. Muchos de ellos, la mayoría, no solo no se dieron cuenta de ese cambio en el rito tradicional religioso, sino que desconocían lo sucedido aún en el día de ayer al verse sorprendidos por las preguntas de La Voz sobre el cambio en la bebida. Otros se percataron de la omisión, aunque no supieron a qué achacarla. Hicieron, eso sí, suposiciones en familia sobre si habría sido un olvido del cura, si se habría confundido con agua... pero nunca creyeron que se hubiese producido una especie de milagro de Caná y que el vino mudase en licor de negro café. Al final todo fue más sencillo y se redujo a una confusión del sacristán que el párroco atribuye a su avanzada edad.
Podía ser una buena forma de atraer feligreses.
Y es que al llegar el momento de la consagración, el párroco detectó por el olor que lo que contenía el cáliz era licor café y no el elixir de Baco. El buen olfato de Emilio Viéitez evitó entonces el ritual de la consagración y continuó con el desarrollo eucarístico habitual, bendiciendo solo el pan, sin advertir a los fieles del incidente. Muchos de ellos, la mayoría, no solo no se dieron cuenta de ese cambio en el rito tradicional religioso, sino que desconocían lo sucedido aún en el día de ayer al verse sorprendidos por las preguntas de La Voz sobre el cambio en la bebida. Otros se percataron de la omisión, aunque no supieron a qué achacarla. Hicieron, eso sí, suposiciones en familia sobre si habría sido un olvido del cura, si se habría confundido con agua... pero nunca creyeron que se hubiese producido una especie de milagro de Caná y que el vino mudase en licor de negro café. Al final todo fue más sencillo y se redujo a una confusión del sacristán que el párroco atribuye a su avanzada edad.
Podía ser una buena forma de atraer feligreses.
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