Rocío Ramos / La Voz 11 de abril de 2014
Desde hace unas semanas, la mirada de Manuel Gaiteiro no deja de apuntar al cielo. Allí habitan sus nuevas mejores amigas: una pareja de cigüeñas que se arrullan a diario con un entrechocar de alas. Para este maestro jubilado de Rodeiro, la historia empezó al observar que siete o ocho cigüeñas sobrevolaban A Latiza en busca de nido.
Primero recuerda que «viñeron os pais e tres pequenas, e logo apareceron seis ou sete máis». «Querían o carballo grande -explica Manuel Gaiteiro- e tiñan unhas discusións terribles, pegaban un corte de ás e marchaban, discutían sen falar e sen pelexar».
De tanto observarlas, Gaiteiro se quedó prendado de su lenguaje silencioso, de sus vuelos y de la belleza de los cortejos.
Este profesor retirado pronto tuvo claro que no iba a desperdiciar la oportunidad y decidió hacer todo lo posible para conseguir que las cigüeñas eligiesen su finca en A Latiza para anidar. Así que le talló mejor la cabeza a tres carballos con vistas a la carretera y le colocó «unha parrilla de ferro cunha plataforma de madeira» que le proporcionaban base más sólida para colocar su nido.
Su empeño no fue en balde y hace unos días una pareja que, Gaiteiro asegura, «leva oito días de lúa de mel aí arriba», empezó a construir su nido palito a palito. Eso sí, después de ganar la batalla del territorio, las cigüeñas aún dedicaron tiempo a inspeccionar con detalle la plataforma «para cercioarse de que non era unha trampa». Pasada la inspección comenzó la construcción y en eso andan.
Gaiteiro, que sigue con detalle la evolución, narra que «o macho debe ser o que trae os paus un por un e ela a que fai o niño e cada vez que el trae un, ela aplaudelle batendo as alas como decindo ¡que ven o fas!». Por la noche está atento a ver si duermen, por el día vigila sus comidas, se deleita con sus vuelos «a treinta ou coarenta metros» y cuando no lo ven «porque se van de cando en vez pola tarde a ver a outras que teñen o niño noutro lado» aprovecha para dejarle a tiro de piedra del carballo hierbas y palitos que puedan utilizar para el nido. Todo para intentar evitar que «o macho baixe e se pose na estrada como fai a veces, e non vaia a ser que un día algún o leve por diante, aínda que eu vigilo e algún coche xa frenou».
Cree que «a parrilla lles encantou» y ya tiene preparada otra para otro de los árboles pero no va a colocarla hasta el invierno «porque non vaia a ser que veñan outras de veciñas e discutan». Para Gaiteiro las cigüeñas se han convertido en su pasión y afirma que «se marchan de aí levo un disgustazo da Virxe». Espera que el año que viene aumente la población y su finca aloje a más parejas y le encantaría que «quedaran todo o ano». Mientras, mira embelsado al cielo, donde las dos aves, dice, «estes oito días non fai máis que jalarse e revolotearse encima namorada».
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