LA VOZ 18 de febrero de 2013
Nicolás Copérnico, astrónomo, matemático, médico, economista y sacerdote, nacido hace 540 años en la ciudad de Torun -razón por la cual Google cambia hoy, una vez más, su logotipo por un doodle astronómico- vivió en Frombork desde 1510 hasta su muerte, donde sirvió de canónigo e instaló un observatorio en una de las torres de la muralla que cercaba la catedral. Allí, observando los planetas y estrellas a través de las rendijas de la pared, Nicolás Copérnico dio el primer paso para convertirse en el padre de la astronomía moderna, merecido título que consiguió el polaco al impulsar una auténtica revolución científica en su época demostrando que los planetas giran por sí mismos y alrededor del Sol. La teoría heliocéntrica del Sistema Solar que enunció Copérnico puso en pie de guerra a la poderosa Santa Inquisición, que llegó a acusarlo incluso de hereje.
Para los pueblos antiguos, el movimiento del Sol, la Luna, las estrellas y los planetas no era un mero entretenimiento sino el único modo de saber la hora del día y las estaciones del año. La posibilidad de leer el calendario en los cielos no era más que una cuestión de supervivencia. Con el tiempo, los hombres, absorviendo todo los aprendido por sus antepasados, fueron aumentando poco a poco el conocimiento de la posición y movimientos de los astros celestes, lo que les facilitó notablemente el trabajo a la hora de predecir mejor la época más adecuada para sembrar o salir de caza. Al mejorar la precisión, comenzaron a anotar los datos y fue así como nació la astronomía. Nicolás Copérnico se convirtió con su teoría heliocentrista en uno de los grandes nombres de esta ciencia que estudia los cuerpos celestes del Universo, y que fue desarrollandose muy poco a poco, superando con dificultad costosos obstáculos, a lo largo de la historia.
Fue el astrónomo y astrólogo Claudio Tolomeo, que trabajó en la Biblioteca de Alejandría en el siglo II, el primero en plantear que la Tierra era el centro del Universo; que el Sol, la Luna y las estrellas giraban a su alrededor. El modelo de Tolomeo, que elevaba al hombre a protagonista absoluto, fue apoyado por la Iglesia durante toda la Edad Media y puso freno al ascenso de la astronomía durante más de un milenio. Por fin, en 1543, el clérigo polaco Nicolás Copérnico se atrevió a publicar una hipótesis totalmente distinta: el Sol, y no la Tierra, se encontraba en el centro del cosmos. A esta conclusión llegó Copérnico tras pasarse 40 años observando en cielo el paso de cada estrella por el meridiano de una rendija, una labor para la que hoy un astrónomo precisa tan solo una noche. Sin embargo, la visionaria teoría de Copérnico chocó de inmediato con el muro de contención eclesiástico, que en el año 1616 censuró su teoría heliocéntrica para reafirmar la inmovilidad de la Tierra.Para los pueblos antiguos, el movimiento del Sol, la Luna, las estrellas y los planetas no era un mero entretenimiento sino el único modo de saber la hora del día y las estaciones del año. La posibilidad de leer el calendario en los cielos no era más que una cuestión de supervivencia. Con el tiempo, los hombres, absorviendo todo los aprendido por sus antepasados, fueron aumentando poco a poco el conocimiento de la posición y movimientos de los astros celestes, lo que les facilitó notablemente el trabajo a la hora de predecir mejor la época más adecuada para sembrar o salir de caza. Al mejorar la precisión, comenzaron a anotar los datos y fue así como nació la astronomía. Nicolás Copérnico se convirtió con su teoría heliocentrista en uno de los grandes nombres de esta ciencia que estudia los cuerpos celestes del Universo, y que fue desarrollandose muy poco a poco, superando con dificultad costosos obstáculos, a lo largo de la historia.
El 1 de marzo de dicho año, la Iglesia suspendió la obra copernicana De Revolutionibus Orbium Coelestium (Sobre el movimiento de las esferas celestiales), publicada póstumamente en 1543. Hasta 1835, el texto de Copérnicopermaneció en el índice de libros prohibidos (Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum).
El enfrentamiento entre la concepción de Tolomeo y la deCopérnico (centrado en el Sol o en la Tierra) alcanzó su punto culminante en los siglos XVI y XVII de la mano de un hombre que también era astrónomo y astrólogo a la vez: Johannes Kepler. Mientras se ganaba la vida elaborando horóscopos y calendario astronómicos, a Kepler le inquietaban otras explicaciones alternativas a la organización del universo. Tras años de intenso estudio, y al igual que otros que vinieron detrás como Brahe y Galileo, se unió a la hipótesis de Copérnico y comprendió que es indiscutible la teoría de que los planetas se mueven en una elipse alrededor del Sol, revolucionarias ideas que caminaban a un paso infinitamente superior que las estancadas y dominantes creencias religiosas que imperaban en la época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario