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viernes, 28 de diciembre de 2018

Una pareja de Meis cría con esmero aves que, una vez acicaladas, han ganado hasta 17 premios este año  
rosa estévez / la voz,  28/12/2018
MONICA IRAGO
Vivimos en un mundo en el que todo es medible, en el que todo se puede puntuar. Hasta la belleza de una gallina. Nos lo cuentan, desde Meis, Manolo y Pilar Portas, un matrimonio que hace tan solo unos años no podía imaginarse que acabarían criando aves de raza que arrasarían en concursos y exposiciones de toda España. Pero así es. Los animales que esta pareja alimenta y cuida con esmero consiguieron siete premios en la muestra de Vegadeo, una de las más importantes de la península, otros siete en Madrid, y tres más en el Campeonato de España.
«A min, dende pequeno, gustábame moito este tema», narra Manolo, mientras acaba de debullar unas espigas de maíz. Los granos, dorados, son el alimento de las campeonas, que cloquean a gusto a tan solo unos metros. «Temos doce razas de galiñas, pero de cada raza hai varias variedades, pola cor», explica Manolo, que es incapaz de calcular cuántos animales habitan en un corral sorprendentemente limpio, en el que hasta los bebederos han sido pintados de colores.
La historia de este curioso corral, en el que conviven animales de distintas procedencias y orígenes, comenzó cuando Manuel decidió empezar a criar gallinas de Mos. Luego llegaron las piñeiras, otra especie autóctona para la que aún no hay un canon de belleza establecido. Los criadores de Meis están ayudando a fijar las características ideales de este animal. «Levamos dos nosos exemplares para axudar a sacar o estándar», explica Manuel, que no cree que se tarde ya mucho tiempo en completar el procedimiento.
Nos lo cuenta mientras paseamos por el corral, rodeados de una sucesión de gallinas sorprendentes. A nuestro alrededor se pasean, tan tranquilos, los ejemplares de orpington que consiguieron un primer y un segundo premio en el Campeonato de España, y la araucana que se hizo con una plata en ese mismo certamen. «A verdade é que conseguimos moitísimos premios. Repetir un ano así é impensable, dificilísimo», asegura Pilar, que quiere mantenerse en un discreto segundo plano porque las gallinas y la cría, dice, son cosas de su marido. Aunque ella también tiene mucho que ver en los buenos resultados conseguidos: no solo cuida a diario de estos animales, sino que cuando llega la hora de las competiciones los acicala. Los baña con un champú de PH neutro, los seca, les limpia las uñas con un cepillo, se las lima, les aplica aceite en las crestas para que reluzcan... «Se teño axuda, boto media hora preparando a cada unha». Aunque no hay tratamiento estético, asegura, capaz de corregir o disimular cuando un animal no está en perfecta forma. Por eso, lo principal es que las gallinas tengan una buena vida, buenos alimentos, aire libre.
Y aquí, en este rincón de Meis, tienen de todo eso. Precisamente por esa razón todas las razas que se crían en este lugar dan excelentes ejemplares. Como las chinas, que tiene un plumaje blanco que parece pelo. «Son moi bonitas. Ten vido xente de Vigo a buscalas para telas como mascotas», cuenta Pilar. O las inglesas, o las araucanas de huevos azules, o las americanas bautizadas en su día como una tribu india, la de los wyandotte... Son todas razas muy diferentes, y cada una tiene su canon de belleza particular. Importa el plumaje, la forma de las alas y de la cresta, de los dedos de las patas... «Cada raza ten o seu estándar, e canto máis se aproxime o animal a ese estándar, mellor».
Manolo y Pilar aseguran que en Galicia hay muchos aficionados a la cría de aves y de todo tipo de animales. Sin embargo, estamos a años luz de otras comunidades en las que esa pasión está organizada. Para muestra Asturias, donde se celebra la exposición de Vegadeo, con más de 2.000 gallinas. O las 30.000 que participaron en el campeonato de España. En esos foros, dice Pilar, ella y su marido han hecho grandes amigos. Vuelven de cada viaje con la satisfacción de que su trabajo haya sido recompensado con premios. Pero de hacer dinero, olvídense. «Hai xente que pensa que con isto nos facemos ricos. Para nada, todo o contrario, isto custa cartos», confiesa Manolo. Cuando coge un ejemplar de paduana en brazos, la gallina protesta. Su cloqueo enfadado se contagia enseguida a todo el corral. El barullo sube por momentos. A fin de cuentas, esto es un gallinero; el gallinero con el que sueñan todas las pitas.

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