M. Arroyo | Redacción digital VdG 27/8/2010
Pierde la cuenta de los instrumentos que rodean su cuerpo. Solo se preocupa de hacerlos sonar. Y de divertir al público. El vigués César Freiría se lo guisa y se lo come el solito, sin ayuda alguna, para suplir a toda una banda. Su oficio: hombre orquesta.
El oído musical lo afinó ya de crío, «case como obligación familiar», bromea. Pero antes pasó por otros oficios. Titulado en magisterio musical, trabajó diez años como carpintero hasta que se hartó de cumplir horarios y rutinas y fundó la orquesta Pantasma.
«Con isto non me vai mal», dice César. Y agenda no le falta «sobre todo en verano». Se desplaza con su furgoneta allá donde reclamen sus acordes; desde actuaciones en fiestas o espectáculos infantiles hasta ferias históricas, incluso llegó a caer una boda, aunque no es lo que más le chista, pero el novio se empecinó tanto que cambió la fecha del enlace para que la Pantasma amenizase su adiós a la soltería. ¿El caché? Unos 400 euros. Durante una hora, el hombre orquesta hace sonar bombo, platillo, acordeón, armónica y un sinfín de cachivaches -algunos los fabrica él mismo- para reproducir música popular, aunque también tiene un repertorio con temas propios: «Fago moita troula, moita festa».
Metido en harina, César es un showman. Canta, baila, toca y con la dificultad añadida que supone ir envuelto en metros de cable, micrófonos e instrumentos. No para hasta que consigue implicar al público en su actuación. «Con isto se suda, ainda que vaia frío». Entretanto, le echa un ojo a la mesa de sonido, se preocupa por si la climatología acompañará y calcula cómo está la calle, si habrá o no gente y qué temas interpretará. Lo hace todo solo. Y no necesita más ayuda que la de unos espectadores con ganas de parranda.
El oído musical lo afinó ya de crío, «case como obligación familiar», bromea. Pero antes pasó por otros oficios. Titulado en magisterio musical, trabajó diez años como carpintero hasta que se hartó de cumplir horarios y rutinas y fundó la orquesta Pantasma.
«Con isto non me vai mal», dice César. Y agenda no le falta «sobre todo en verano». Se desplaza con su furgoneta allá donde reclamen sus acordes; desde actuaciones en fiestas o espectáculos infantiles hasta ferias históricas, incluso llegó a caer una boda, aunque no es lo que más le chista, pero el novio se empecinó tanto que cambió la fecha del enlace para que la Pantasma amenizase su adiós a la soltería. ¿El caché? Unos 400 euros. Durante una hora, el hombre orquesta hace sonar bombo, platillo, acordeón, armónica y un sinfín de cachivaches -algunos los fabrica él mismo- para reproducir música popular, aunque también tiene un repertorio con temas propios: «Fago moita troula, moita festa».
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